DEL ARTE Y LA EDUCACIÓN

     La sociedad, obligada como está a procurar la formación del hombre, esto es, obligada a su educación, debería orientarla hacia la búsqueda y preservación de una totalidad en la unidad de la naturaleza y la conciencia que es segura fuente de felicidad individual y de armonía social.

     El arte es un modo de conocimiento fundamental con el que se logra la integración entre las formas básicas del universo físico y los ritmos orgánicos de la vida y consiste en ese esfuerzo antiguo de la humanidad para lograr la unidad y la armonía.

     Así en la en la práctica del arte y en su enseñanza, no se trataría únicamente del logro de algo perdurable y universal, ni se trataría de la fabricación de  artistas profesionales, sino en encaminar a los hombres al desarrollo de habilidades tales como la capacidad de organización armoniosa. La práctica del arte, facilita a la psiquis interactuar con la realidad de un modo ordenador y estructurador.  Desarrolla la “simultaneidad visual”, en la que varios esquemas se procesan simultáneamente. La práctica del arte, ejercita asimismo, la capacidad de análisis y de síntesis; desarrolla la toma de decisiones, el espíritu crítico y la capacidad expresiva, creadora y de significación. Pero, sobre todo, la práctica del arte facilita un modo de pensamiento integral orgánico.

     Quienquiera que no entienda la necesaria evolución del arte es porque no entiende su interacción con la conciencia social. El arte, la cultura y la política son por igual expresiones congruentes de la conciencia humana.

    Toda revolución es proceso de reorganización, ¿cómo se propicia en los jóvenes un pensamiento ágil para el cambio y una capacidad flexible para crear nuevas estructuras?, si no es adelantando una política educativa con teorías y prácticas nuevas, con métodos de enseñanza distintos, actualizados y vigentes. Generando y sosteniendo espacios reales  donde la enseñanza de todas las artes sea en la práctica, un hecho revolucionario.

Ofelia Soto
                                                      Maracaibo 28 de octubre del 2007


Línea de flotación




      Para un hombre que viene de las islas, el horizonte se dispara tenso al filo del agua donde toda realidad se desdibuja en sus reflejos. 

        Para un hombre que viene de las islas, la “línea de flotación” es esa línea de color en un barco que  avisa al navegante la separación de lo evidente, expuesto, fijo, real, que en la superficie de la nave se llama “obra muerta” para  nombrarla, distinguirla, separarla  de aquello misterioso, mutante e indecible, sumergido,  que en la nave se llama la “obra viva”. Son palabras de marino y también las del artista Hernán Alvarado.

       Para un artista que viene de Isla de Toas, el ojo está fijo en ese balanceo dentro y fuera de la figura. Espejismo de la realidad. Línea sin más destino que el paseo de la forma. Como el punto inexacto en el ser de un hombre de imágenes y recuerdos. De equilibrios en ese ir y venir entre la tierra y el agua. Entre la superficie y el fondo. Entre la realidad y la abstracción. Incertidumbre del desplazamiento. Aventura del conocimiento. Emoción de la memoria.

       Esta exposición del trabajo de Hernán Alvarado, una vez mas es a todo riesgo. Navegante de la forma, Hernán hace alarde del diseño, la textura y la línea. Se sirve de materiales rústicos y diversos; caucho, acrílico, gel, esmalte y el reciente uso técnico del scanner para la impresión digital de collages de  sobre papel.

       Tal como en el relato de Joseph Conrad llamado Línea de sombras, temas y símbolos, surgidos de esa región de la naturaleza humana oscura y sumergida, son el núcleo en la cosmovisión del artista. En la instalación que está dedica a Conrad, se propone el inicio de un archivo de signos y símbolos; desplegado mediante breves ondulaciones en los límites de la forma que son indicios de la frontera que separa  mundo interior profundo del artista, del exterior prosaico que le contiene. ¿Qué son estas formas ambiguas?, ¿trozos de lo cotidiano, o significados atrapados en las redes de los recuerdos?

       Da cuenta Hernán de la actividad de los pescadores en las islas y dice que, así  como en la pesca, el sentido se cuela entre las redes del tiempo y sólo queda lo importante. ¿Cómo, en su trabajo de grabador se renueva el olor a pez rubia, a brea y asfalto? ¿Cómo, en las planchas de plomo que talla y trabaja a martillo, deja rastros de la textura de las piedras en las islas?

       En su trayectoria de grabador, las planchas en las que Hernán talla comprimida la dislocación de la frase, se renuevan los pedacitos de plomo que los pescadores amarran a sus redes o atarayas, para lanzarlas a lo hondo.

       Así, el artista es personaje que empieza una frase en un lugar de las islas y la termina en otro tiempo  y lugar.



Ofelia Soto

Ofelia Soto: Intérprete de la naturaleza

Por Cristina E. Wilhelm
Fotografía: Dondyk+Riga / Tendencia Maracaibo
El arte de Ofelia Soto es tan versátil como su mismo ser: mares que pueden ser cielos, cimas que pueden ser sabanas, luminosidades exquisitamente imprecisas, obras que dicen a gritos la palabra libertad: “Empecé a trabajar con la acuarela y he aprendido en estos años que debes respetar el material, permitirle al agua correr libremente, que se mueva sola… Al no forzarla puedes descubrir esos patrones con que la naturaleza nos habla e ir más allá”.


Ofelia Soto nació en Morelia, México, y vino a Venezuela luego de la caída de Pérez Jiménez junto con su esposo y su primogénita, invitado por La Universidad del Zulia. A pesar de que inicialmente pensaron quedarse sólo por año el magnetismo marabino los hizo permanecer en este suelo por el resto de sus vidas: “Los mexicanos somos muy protocolares, muy diferentes ¡y aquí la gente es tan espontánea! Eso nos enamoró”.

Siempre fue una apasionada de la lectura y de las artes. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México y fue editora de la revista de literatura Ideas de México. Sin embargo para ella el arte era una necesidad, por eso decidió estudiar Pintura en el taller de Ardash de París. Cuando vino a Venezuela, estudió Grabado y Serigrafía en la Escuela Julio Árraga y aprendió todo sobre el tapiz en los talleres Mali-Mai y Madriguera de Maracaibo: “Considero el arte un privilegio pues me permite expresar lo que soy, lo que siento, cómo veo el mundo. El arte llena la necesidad de comunicar esas imágenes que hemos recogido durante toda la vida. Por eso cada cuadro representa una lucha donde el vencedor siempre debe ser el cuadro”.

Por lo general, los colores en la obra de Ofelia son calmados, pacientes, taciturnos, pero su obra está llena de vida: “No quise competir con el folklore de mi tierra. Quizás mi obra es un escape a esa explosión. Fue todo un reto liberarme de los colores vibrantes de México”. En el año 2006 Ofelia Soto cumplió cincuenta años desde su llegada a Maracaibo. En ese medio siglo no sólo logró que esta tierra la adoptara como un valor artístico propio sino que desarrolló una trayectoria admirable que la consagró entre los maestros: “No creo en la inspiración. Creo en la disciplina, en la concentración, en  poner lo mejor de ti en todo lo que haces. Pintar me hace sentir viva”.
Publicado originalmente en la revista Tendencia Maracaibo (2006).


Soy una maracucha espontanea


Isabel C. Manzanilla Delfín

Maracaibo, 18 de Abril de 2008.-



Regionalización de la pintora

El arte se convirtió en un refugio para la expresión. Desde niña fue alentada a la pintura por su madre, mientras que su padre la incentivaba a la escritura. “Me apasioné por la pintura porque era más inmediata para mí. El placer es espontáneo y me da más libertad y una felicidad enorme”. De forma autodidacta y tras una constante práctica fue mejorando su arte, se perfeccionó con un pintor francés quien le dictó un taller en París durante un año.

La artista plástico Lía Bermúdez la descubrió en Maracaibo, llegó hasta su hogar para conocer su trabajo e inmediatamente la invitó a realizar una exposición individual en su galería Gaudi. “Lía era formidablemente simpática y me invitó a su casa, allí nos reuníamos los que Juan Calzadilla llamó la escuela zuliana, conformada por Bellorín, Soto, Henry Bermúdez, entre otros. Conversábamos sobres los problemas de la ciudad y el arte”. Así la oriunda de Michoacán se fue enraizando en la Tierra del Sol Amada. Hoy asegura con vehemencia: “Soy maracucha. He vivido aquí más que en cualquier lugar del mundo. Se me ha pegado el estilo informal que me gusta mucho de la gente de aquí. Eso de darse cariñitos y apapacharse, esa espontaneidad se me pegó porque allá (en México) son más formales”.



La felicidad de pintar

Mezclas ideales de colores, presencia de texturas y formas sin sentido obvio componen las obras de Ofelia Soto; como la mayoría, luego de varios años llegó a lo abstracto y allí se mantiene. Comenta que llegó a una etapa en la que alcanzó el perfeccionamiento en el manejo de la técnica de la acuarela y por miedo a caer en el estilismo cambió de materiales al trabajar.

“Llegué a pintar con dos pinceles en mano; con uno pintaba y con el otro recogía. Sentí que había peligro en el dominio total porque no existía un problema o una experimentación así que lo dejé para olvidarlo y lo logré. Cuando lo retomé a los años fue sabroso el esfuerzo; volví a disfrutar las trabas”. Su proceso creativo comienza con la emoción máxima: estar frente al lienzo en blanco. “Es como si mis ojos fueran un proyector. Aparecen cosas y de pronto sé que es lo que tengo que pintar y lo hago encima de lo que veo. A veces corresponde y otras veces se va modificando, depende de lo que me pide el cuadro para equilibrar o realzar”. Su motivación depende de muchas circunstancias, puede ser su manera de ver el mundo o cómo lo sueña, lo que vive en el momento, sus amores, entre otras cosas, todo está sujeto a su necesidad de expresar.

Cuenta que su crítico más feroz es su hijo, él junto a sus otras dos hijas y tres nietos conforman su familia. La última exposición individual de la artista fue Balcón al voladero, en 2002 en el Cevaz y la semana pasada participó con una obra en la muestra colectiva Espacios imaginarios del Maczul. Pinta sin prisa, “algunos le dicen que es la sabiduría pero yo creo que es por la edad”. Cuando tiene una buena cantidad de piezas deja saber que está lista para una exhibición, espera a que le ofrezcan un lugar y si no, no importa “la razón principal de la creación igual ya está cumplida”.


Fuente:
http://www.lamaracucharadio.com/NOTICIAS/OfeliaSoto.htm